viernes, 18 de enero de 2013



UNA ALEGRÍA  PERMANENTE   

 “Los mandamientos de Jehová son rectos, que alegran el corazón; el precepto de Jehová es puro, que alumbra los ojos” (Salmo 19:1-8)

 Todos los especialistas de la salud y el comportamiento humano coinciden en la profunda necesidad que tiene el hombre de hoy de cultivar una vida rica interior, una dinámica vida espiritual. Concluyen que aún después de lograr el éxito a todo nivel profesional, económica y familiarmente, existe un vacío que nada ni nadie puede llenar. La gran necesidad del hombre se resume entonces en encontrarle a su vida un sentido y un propósito de carácter trascendental y eterno.

Muchos en esta búsqueda corren de aquí para allá sin saber a dónde van, como barcos a la deriva llevados por todo viento en medio de la oscuridad. Pero lo que es aún peor, muchos hoy en día han perdido la alegría de vivir. Por alguna razón han sido afectados por el virus de la congoja y el desaliento. La falta de entusiasmo se ha apoderado de ellos y cada día buscan soluciones pasajeras, respuestas temporales que dejan como en un círculo vicioso, mayor vacío, tristeza y soledad. Dios ha diseñado al hombre de tal manera que tuviera compañerismo con Él, y que su vida fuera dirigida desde su área espiritual, y de ésta, todas sus necesidades emocionales y psicológicas fueran abundantemente suplidas. El método sería cultivar la comunión con Dios y su Palabra, una obediencia real a sus preceptos e instrucciones.

Estos preceptos actúan como un poderoso haz de luz que ilumina el navío naufragado y lo lleva de regreso a puerto; son infalibles parámetros que muestran un camino seguro y esto genera confianza para decidir y actuar. Somos libres de la incertidumbre y del temor y por el contrario experimentamos tranquilidad y paz. Además, estar lleno de la Palabra de Dios, es recuperar la alegría y el “entusiasmo”, es decir, “ser lleno de Dios”. En fin, es encontrar incontables recursos para prevenir y enfrentar las tensiones propias de la vida y del ambiente, y ser feliz.

Tomado del Libro “Llamado a la Confianza” de la Dra. Lolita Cruz de Chamorro. 

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