Hombres de Palabra



TEMA MIERCOLES 7:00 PM




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PREFACIO

¿Qué hace a Calvary Chapel diferente de otras iglesias evangélicas que creen en la Biblia? Siempre es bueno tener una idea de la obra única que Dios ha hecho en nuestra congregación. Si la iglesia de Calvary Chapel fuese exactamente igual a la del otro lado de la
calle, simplemente lo mejor sería unirla con aquella. 

Pero si hay características que la hacen diferente, entonces quiere decir que tiene un lugar único y especial en el plan de Dios. Ciertamente hay iglesias que comparten muchas de nuestras creencias y prácticas. No somos renegados. Pero Dios ha hecho una obra maravillosa de balance en el movimiento de Calvary Chapel que lo hace diferente en muchas áreas. 

Hay muchos que creen en los dones y el ministerio del Espíritu Santo, pero no enfatizan la enseñanza bíblica ni dependen de la Palabra de Dios para ser guiados en sus experiencias con el Espíritu Santo. 

También hay muchos que acentúan la enseñanza de la Palabra de Dios, pero no comparten el punto de vista de que los dones del Espíritu Santo están disponibles y son válidos para hoy. En Calvary Chapel encontramos la enseñanza de la Palabra y un corazón abierto a la obra del Espíritu Santo. Es este balance lo que nos convierte en un movimiento distinto, bendecido por Dios de un modo especial. Y es por eso que resulta importante entender los principios bíblicos que muestran la manera como Dios nos ha permitido existir y crecer.

Esto no significa que todas las iglesias Calvary Chapel sean idénticas. Siempre me sorprende ver cómo Dios puede tomar elementos simples y crear tal variedad con ellos. Básicamente, todos nosotros tenemos dos ojos, una nariz, una boca dos oídos, y, sin embargo ¡qué distintos somos los unos de los otros! La gente incluso es emocionalmente diferente. Ahora, Dios nos ama a todos. Él ama al extremadamente emocional tanto como al desanimado y apático. De la misma manera, quiere que todos los hombres sean capaces de relacionarse con Él. Por eso ha creado una gran variedad de iglesias. Unas atraen a aquellos que son de naturaleza emotiva; otras, a los de personalidad más seria y formal. 

Dios, deseando alcanzar y bendecir a todos los tipos de personas, disfruta de tener una gran variedad de iglesias, de tal manera que la necesidad de cada uno sea satisfecha, la de los extremadamente emotivos, la de los muy formales y la de todos aquellos que se encuentran entre éstos. Cada uno de nosotros tiene una parte en el plan de Dios, pero todos necesitamos conocer dónde encajamos en este amplio espectro. Por eso es crucial para nosotros tener un pleno conocimiento de lo que llamamos “Distintivos de Calvary Chapel.” Conforme observamos qué hace de nuestra congregación algo único, entendemos mejor cuál es nuestra posición en el cuerpo de Cristo.

EL LLAMADO AL MINISTERIO

Y nadie toma para sí esta honra, sino el que es llamado por Dios . . . Hebreos 5:4 

Antes de ver lo que llamamos “Los Distintivos de Calvary Chapel,” consideremos el tema vital de nuestro llamado y compromiso con el ministerio. Si hay una característica absolutamente esencial para un ministerio efectivo, ésta es, en primer lugar, tener la sensación del llamado, la convicción en nuestros corazones de que Dios nos ha escogido y llamado a servirle. La Biblia nos habla de hacer de nuestro llamado y nuestra elección una certeza. ¿Está convencido de que Dios lo ha llamado al ministerio? Esto es muy importante porque el ministerio no es una profesión que podamos escoger; es un llamado de Dios. 

¿Cómo sabemos que hemos sido llamados? El ministerio para los llamados no es una opción, es una necesidad.

Como Pablo lo expresó: ¡Ay de mí si no anunciare el Evangelio! (I de Corintios 9:16b). Jeremías decidió que no iba a hablar más de parte de Dios porque lo había metido en muchos problemas. Había sido arrojado en la cárcel y su vida había estado amenazada, así que decidió: ‘‘Esto se acabó. Me voy de aquí.” Y dijo: No me acordaré más de Él, ni hablaré más en Su nombre; no obstante, había en mí corazón como un fuego ardiente metido en mis huesos; traté de sufrirlo, y no pude (Jeremías 20:9). Esto es lo que ocasiona esta clase de llamado, pues el ministerio no siempre es deslumbrante. Existen tiempos extremadamente difíciles. Como Pedro escribió: Amados, no os sorprendáis del fuego de prueba que os ha sobrevenido, como si alguna cosa extraña os aconteciese (I Pedro 4:12). Necesitamos entender que aun cuando Dios nos haya llamado al ministerio, nuestro llamado va estar sujeto a grandes pruebas. ¿Cuán seguro está de que Dios lo ha llamado para servirle? 

Cuando sentí por primera vez el llamado al ministerio, fui al Instituto Bíblico a prepararme. Tuve dificultades en el instituto sólo porque sentía la necesidad de salir y empezar el ministerio. Pensaba: 

“Afuera hay un mundo de personas que muere sin Jesucristo, y yo me encuentro aquí sentado en un salón de clases estudiando libros de texto.” Estaba seguro de que el mundo esperaba por mí. Así que se imaginará la impresión que me lleve al descubrir, cuando me gradué del instituto y obtuve mi primera asignación, que el mundo no estaba esperando por mí. Entonces la prueba llegó. Fue difícil, económica y espiritualmente. 

No veía los frutos que había previsto tener en el ministerio, ni las emociones ni los resultados inmediatos.

En esa época tenía muchas presiones financieras, por las cuales me vi en la necesidad de conseguir un trabajo secular para mantener a mí familia y permanecer en el ministerio. Me di cuenta de que no era sostenido por el ministerio. Así que, durante los primeros diecisiete años, trabajé fuera de la iglesia para poder sostenerme. Fue realmente duro porque estaba convencido de que yo había sido llamado. Incluso hubo momentos en los cuales cuestioné el llamado, y otros en que le pedí a Dios que cambiara el llamado. Le dije: “¡Dios! ¡Llámame a ser un empresario! Parece que lo hago bien, que no me es ajeno el mundo de los negocios y me resulta fácil hacer dinero. Además, Señor, puedo ser un buen empresario cristiano. Puedo sostener la iglesia y apoyar a cualquiera en el ministerio.” Pero Dios no me permitió escapar de Su llamado, aun cuando hubo tiempos en los que procuré hacerlo. La visión de servir a Dios se mantuvo ardiendo en mí corazón. Así que, tuve la convicción del llamado. Esto es tan importante que cada uno de nosotros necesita plantearse esta simple pregunta: ¿Realmente me ha llamado Dios al ministerio? 

Junto con la sensación del llamado viene la necesidad del compromiso. Además del compromiso al Señorío de Jesucristo, un pastor debe tener algunas cualidades más que son vitales. Yo soy lo que soy, no por mis propias ambiciones, por mis deseos ni por mí voluntad. Yo soy por Su voluntad. Le he rendido mi vida al Señor. Y si estoy rendido al Señor, podré estar comprometido con Su Palabra y Su ministerio para servir a otros.

Para tener la actitud correcta en nuestro servicio necesitamos recordar las Palabras de Jesús. Él dijo: Sabéis que los que son tenidos por gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, y sus grandes ejercen sobre ellas potestad. Pero no será así entre vosotros, sino el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, y el que de vosotros quiera ser el primero, será siervo de todos (Marcos 10:42-44). Es esencial reconocer que el ministerio no es un lugar para ser servido, con gente esperándolo, honrándolo y respetándolo porque usted es el pastor. Es, en realidad, un lugar donde sirve a las personas, aun si esto significa hacer más de lo que debe hacer. 

Recientemente asistí a una conferencia de pastores y quedé sorprendido por la descortesía de algunos de ellos, que traían sus tazas con café y refrescos al salón donde nos reuníamos. Yo no tenía ningún problema con esto, pero cuando la reunión terminó dejaron sus envases de bebidas y tazas de café en el suelo, así que me puse a recogerlos y a limpiar el auditorio. Sé lo que ocurre cuando uno viene y patea una taza de café sobre la alfombra, y no quería dejar un mal testimonio de nuestros ministros de Calvary Chapel en las instalaciones de aquel centro de conferencias. Así que, muchas personas ven en el ministerio una oportunidad para ser servidos, en lugar de servir a otros. Pensar: “Bueno, alguien debería recoger mi basura, pues yo soy el ministro,” no es sólo una contradicción de términos sino una actitud anti bíblica.

Hubo un tiempo en que solía dejar mi ropa tirada por todas partes en la casa. Finalmente, mi esposa me dijo: “Mira, ¡yo nunca accedí a ser tu esclava! ¡Cuélgalas tú mismo! ¿Por qué tengo yo que colgar tu ropa?” Bueno, pensé al respecto, y me di cuenta de que tenía razón: No debí haber esperado que ella colgará mi ropa. Fue una lección importante para mí. Yo no he sido llamado a reinar; he sido llamado a servir. 

La noche en que Jesús tuvo la última cena con Sus discípulos, antes de ser traicionado, arrestado y crucificado, tomó una toalla y se ciñó con ella. Entonces se acercó a sus discípulos, les lavó los pies y les preguntó: ¿Sabéis lo que os he hecho? Vosotros me llamáis Maestro, y Señor; decís bien, porque lo Soy. Pues sí Yo, el Señor y el Maestro, he lavado vuestros pies, vosotros también debéis lavaros los pies los unos a los otros (Juan 13:12b-14). Como dijo Pedro: Pues para esto fuisteis llamados; porque también Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo, para que sigáis sus pisadas (1 Pedro 2:21). La palabra “ministerio” realmente significa servicio. Hemos sido llamados para ser siervos, primero de nuestro Señor, pero también de Sus hijos.

En mi opinión, la persona que fuma tiene uno de los hábitos más sucios del mundo, siempre huele mal y deja un olor particular donde quiera que va. Es fácil detectar a alguien que fuma, todo lo que tiene que hacer es pasar al lado de él, el olor estará impregnado en su ropa. Si entra a la casa de alguien que fuma y se acerca a las cortinas para olerlas, el olor lo tumbará. Francamente, es un hábito sucio. Pero lo que es aun peor es que los fumadores tiran las colillas del cigarrillo en cualquier parte. Entonces las aplastan con el pie para apagarlas, y ensucian la vereda. 

Cuando algunas personas vienen a la iglesia, muchas veces lo hacen fumando, y ya casi a punto de entrar, tiran el cigarrillo y lo arrastran con el pie. ¿Quién se supone que tiene que recoger las colillas? Cuando era niño, mi madre me enseñó que nunca debía agarrar un cigarrillo ni una colilla. Desarrollé tal aversión al cigarrillo que no podía tocar uno sin que me sintiera contaminado. Cada vez que me inclinaba a recoger una colilla, al momento de tocarla algo desde mi niñez se rebelaba en mí. ¡La detestaba! Cuando caminaba por las instalaciones de la iglesia y veía colillas, las recogía, porque no me gustaba cómo se veían, pero notaba que mientras lo hacía, me quejaba en contra de quienes las habían tirado. Pensaba: “Gente sucia, asquerosa, desconsiderada y poco atenta.” 

Luego el Señor habló a mí corazón. Simplemente me dijo: “¿A quién estás sirviendo?” Le dije: “Te sirvo a Ti, Señor.” Y Él contestó: “Entonces deja de quejarte.” Así que no sirvas con un corazón amargado. No sirvas con resentimiento. Si recojo las colillas de cigarrillos pensando en la gente sucia, entonces voy a sentir rechazo al hacerlo, pero si pienso: “Señor, voy a mantener tus instalaciones limpias,” me doy cuenta de que puedo recogerlas y ponerlas en la basura sin ningún resentimiento interno, porque lo estoy haciendo para Jesús, no para que alguien me apruebe, sino sólo para Ti, Señor. Como la Escritura nos dice: Y todo lo que hacéis, sea de palabra o de hecho, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús . . . (Colosenses 3:17a).

En el ministerio no existe actitud más importante que ésta. Necesitamos servir como si sirviéramos al Señor, porque vamos a encontrarnos con personas detestables, desagradecidas, exigentes, y vamos a darnos cuenta de que muchas veces es una miseria tenerlas a nuestro alrededor. Así que si piensa: “Tengo que servirlas,” no lo podrá hacer. Pero si piensa: “Estoy sirviendo al Señor,” será capaz de lograrlo. Sea cual sea nuestro servicio, tenemos que hacerlo como para el Señor, sabiendo que del Señor recibiremos Su recompensa. 

No busque el aplauso del hombre. No busque que la gente le diga: “Oh, oh, gracias. Usted significa tanto para mí,” porque muchas veces esto no va a ocurrir. He hecho tanto por la gente, y me han despreciado por no haber hecho más. Necesita mantener una actitud mental de hacer todo para el Señor, sabiendo que de Él recibirá su recompensa. Tiene que mantener esto en mente. Soy un siervo de Jesucristo. Él es mí Maestro. Él es el que me recompensará por mí servicio. Yo necesito mantener esta perspectiva y tener la actitud correcta en mí corazón. Conforme sirvo a la gente lo estoy haciendo por Él.

No sólo debemos mantener un compromiso hacia Jesús y de servir a Su pueblo, sino también debe haber un compromiso a seguir la Palabra de Dios. Creo que cualquiera que no cree que la Biblia es la Palabra de Dios, inspirada, inmutable, no tiene nada que hacer en el ministerio. Tristemente, esto quizás eliminaría hoy al cincuenta por ciento de los pastores en los Estados Unidos. ¿Por qué enseña de un libro en el que no cree? Y si cree que la Biblia es la Palabra inspirada por Dios, y que es su obligación predicar de ella, entonces, sea como sea, ¡conózcala! Comprométase a hacerlo. Como Pablo dijo a Timoteo: Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que usa bien la Palabra de verdad (II Timoteo 2:15). Se le puede enseñar cómo estudiar la Biblia, pero el proceso de aprendizaje nunca termina. 

Hasta el día de hoy yo continúo mi compromiso de estudiar la Palabra de Dios, para mostrarme aprobado ante Él.


EL MODELO DE DIOS PARA LA IGLESIA

Y sobre esta roca edificaré Mi iglesia . . . Mateo 16:18

En Calvary Chapel consideramos el libro de Hechos como el modelo para la iglesia. Creemos que, en su mayor parte, la historia de la iglesia ha sido una triste y trágica historia de fracaso. Muchas atrocidades se han cometido en el nombre de Jesucristo y enarbolando la bandera de la iglesia.

Cuando yo fui a la universidad pasé un tiempo muy difícil cuando los profesores se enteraron de que era cristiano. Ellos comenzaron a traer a colación ciertos asuntos de la historia de la iglesia con los cuales estaba demasiado familiarizado. Mi única respuesta era: “Miren, no juzguen el cristianismo por los ejemplos imperfectos que hemos visto en la historia. Júzguenlo
por Jesucristo. Volvamos atrás a lo que Él dijo y enseñó: Bienaventurados los misericordiosos, por que ellos alcanzarán misericordia (Mateo 5:7). ¿Hay algo malo en esto? Él enseñó que debemos amarnos los unos a los otros. ¿Hay algo malo en esto? Enseñó que es más bienaventurado dar que recibir. ¿Hay algo malo en esto?” Cuando se habla de las enseñazas básicas de Jesús, aun los escépticos tienen que confesar que no tienen ningún problema. Ellos tienen problemas con las personas que dicen ser cristianas y con las cosas
que éstas han hecho en el nombre de Cristo.

En el libro de Apocalipsis, Jesús hace mención de los problemas que tenían las siete iglesias del Asia. Incluso en esa temprana época, Jesús llamaba a las iglesias a arrepentirse. Él enfatizó las fallas que existían, las falsas doctrinas que se habían infiltrado. Y estas prácticas ya estaban esparciendo semillas de descomposición dentro de la iglesia. En su mayor parte, la iglesia había fracasado hacia el final del primer siglo. El gnosticismo y el arrianismo habían
comenzado a extenderse. El desarrollo del sacerdocio y el establecimiento de una organización eclesial se iniciaron tempranamente en la historia de la iglesia.

En el libro de Apocalipsis, Jesús expresó su descontento con todas estas cosas en el mensaje que dio a las iglesias. Ahora, esto ocurrió menos de sesenta años después de la fundación de la iglesia. No le había tomado mucho tiempo volverse tan corrupta y tibia como para que el Señor estuviera dispuesto a vomitarla de su boca. Ella era nauseabunda para él. Cuando observo la historia de la iglesia, no me da la impresión de que las cosas hayan mejorado. La iglesia solamente se ha deteriorado aun más. Las cosas que el Señor dijo acerca de las siete iglesias bien podría volver a decirlas sobre la iglesia de hoy.

De modo que no se puede encontrar el modelo para la iglesia mirando su historia, como tampoco se puede descubrir la intención divina de Dios para el hombre viendo la historia de la humanidad. El hombre está caído, por eso no vemos el ideal divino. Lo mismo ocurre con la iglesia: No se puede hallar el ideal divino observando la historia de la iglesia. 

El ideal divino se encuentra en el libro de Hechos. Esa era una iglesia dinámica. Era una iglesia dirigida por el Espíritu Santo y con poder del Espíritu Santo. Fue una iglesia que llevó el Evangelio al mundo. Pablo, al escribir a los colosenses, unos treinta años después de Pentecostés, dijo: A causa de la esperanza que os está guardada en los cielos, de la cual ya habéis oído por la Palabra verdadera del Evangelio, que ha llegado a vosotros, así como a todo el mundo, y lleva fruto y crece también en vosotros, desde el día que oísteis y conocisteis la gracia de Dios en verdad (Colosenses 1:5- 6). Los primeros creyentes experimentaron una iglesia eficaz llevando el Evangelio al mundo. 

Creo que en el libro de Hechos podemos ver a la iglesia tal como Dios quiso que sea. El modelo que allí se encuentra es el de una iglesia llena del Espíritu Santo, dirigida por el Espíritu Santo, y con poder del Espíritu Santo; una iglesia en la cual el Espíritu Santo dirigía su función y ministerio. 

¿Cuán dependiente del Espíritu Santo era la iglesia primitiva? Encontramos al Espíritu Santo diciendo: Apartadme a Bernabé y a Saulo para la obra a que los he llamado. Entonces, habiendo ayunado y orado, les impusieron las manos y los despidieron (Hechos 13:2b- 3). Pablo usa frases tales como: Porque ha parecido bien al Espíritu Santo y a nosotros (Hechos 15:28), intentaron ir a Bitinia, pero el Espíritu no se lo permitió (Hechos 16:7b). Estos fueron hombres dirigidos por el Espíritu, guiados por el Espíritu, que buscaron la dirección del Espíritu Santo.

Vemos en el cuarto capítulo de Hechos como, cuando ellos enfrentaron una severa persecución, oraron y buscaron la ayuda y guía de Dios. Fue entonces cuando el Espíritu vino sobre ellos de nuevo, y al salir predicaron con denuedo la Palabra. 

Hubo cuatro funciones básicas en la iglesia primitiva. Hechos 2:42 nos dice: Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y las oraciones. Estos cuatro fundamentos deben de ser instituidos cuando una congregación de creyentes se desarrolle. Si dirigimos a las personas a continuar perseverando en la Palabra de Dios, enseñándoles las doctrinas de los apóstoles, trayéndolas al compañerismo en el cuerpo de Cristo, participando en el partimiento del pan, siendo personas de oración, veremos a Dios suplir cualquier otra necesidad.

Ciertamente, el Señor estuvo al cuidado de todo en la iglesia en Hechos: Y el Señor añadía cada día a la iglesia los que habían de ser salvos (Hechos 2:47b). Nunca olvide que no es su trabajo añadir gente a la iglesia. Esa es la obra de Dios. Su tarea es alimentar el rebaño, guardarlo, amarlo y ver que todos en él estén bien cuidados. Esto es especialmente cierto en un rebaño pequeño. El Señor dijo: Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu Señor (Mateo 25:21). El Señor no lo pondrá como gobernante de muchos hasta que usted no haya sido fiel con unos pocos. No piense constantemente: “¡Ay! ¡Cómo desearía tener miles aquí! ¡Cómo quisiera tener cinco mil aquí!” Ministre a aquellas ocho o diez personas que tiene. Sea fiel en ministrarlos, alimentarlos, y el Señor añadirá diariamente a los que han de ser salvos. El tamaño de la iglesia no debe ser su preocupación, ni nunca debería serlo. 

Ahora bien, si observa la mayor parte de los programas de las iglesias de hoy, notará que el objetivo principal es tratar que la iglesia crezca. Existe una serie de programas y seminarios de crecimiento que intentan mostrarle cómo puede añadir gente a su iglesia. Bueno, es muy fácil, no tiene que asistir a ningún seminario ni pagar 175 dólares para saber cómo incrementar la cantidad de personas en su iglesia. Sólo lleve gente a la Palabra. Hágala orar. Llévela al compañerismo y al partimiento del pan, y hallará que el Señor añadirá diariamente a aquellos que deban ser salvos.

Algo muy sabio que hice cuando estaba envuelto en una denominación fue dejar de contar el número de personas que venían. La iglesia siempre tenía una gráfica en la pared que mostraba la asistencia a la escuela dominical del día, del domingo pasado y del año anterior. Había un énfasis constante en los números. Con mucha frecuencia se les recordaba a las personas las estadísticas de asistencia. “¿Dónde estamos con relación al último domingo? ¿Dónde estamos con relación al año pasado? ¿Dónde están todos hoy? ¿Por qué estamos decreciendo?” Constantemente, la gente estaba interesada en los números. Contar las cabezas es una trampa, un terrible lazo en que se cae. ¡No lo haga! Solamente vea a aquellos que están ahí y reconozca: “Estos son los que hoy el Señor me ha traído para ministrarles.” Dé lo mejor de usted a ellos y minístrelos desde su corazón. Ministre diligentemente. Si se mantiene fiel y prueba ser un mayordomo fiel, el Señor traerá más personas para atender, cuidar y ministrar. Por lo tanto, sea fiel con aquellos que Dios ha puesto bajo su tutela.

En el libro de Hechos vemos que se presentaron algunos problemas en la iglesia con el programa de asistencia social. Las viudas que eran partidarias de la cultura griega se sentían discriminadas, pensaban que aquellas que observaban la tradición judía recibían un favor especial. Así que, fueron a los apóstoles con sus quejas. Los apóstoles dijeron: No es justo que nosotros dejemos la Palabra de Dios, para servir a las mesas. Buscad, pues, hermanos, de entre vosotros a siete varones de buen testimonio, llenos del Espíritu Santo y de sabiduría, a quienes encarguemos de este trabajo. Y nosotros persistiremos en la oración y en el ministerio de la Palabra (Hechos 6:2b-4). 

Por lo tanto, la Palabra de Dios era la prioridad en el ministerio de la iglesia primitiva, junto con la oración. Se entregaron a la enseñanza de la Palabra de Dios, al compañerismo (koinonía), al partimiento del pan y a la oración: En la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones (Hechos 2: 42). Y el Señor añadía cada día a la iglesia los que habían de ser salvos (Hechos 2:47b). Cuando la iglesia sea aquello que Dios intenta que sea, cuando haga lo que Dios desea, el Señor hará lo que quiere hacer por ella. Él añadirá cada día a la iglesia a los que deben ser salvos.

Los hombres que Dios usó en la iglesia de Hechos fueron aquellos que estaban totalmente entregados a Jesucristo, que no buscaban su propia gloria, sino solamente traer gloria a Jesús. Cuando la multitud se aglomeró en el Pórtico de Salomón, después de la sanidad del paralítico, Pedro dijo: Varones israelitas, ¿por qué os maravilláis de esto? o ¿por qué ponéis los ojos en nosotros, como si por nuestro poder o piedad hubiésemos hecho andar a éste? El Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros padres, ha glorificado a Su Hijo Jesús . . . (Hechos 3:12 13a). Incluso Pedro, después de un gran milagro, no se tomó la gloria ni el crédito para sí. Él los dirigió hacia Jesús, para darle la gloria al Señor a través del milagro que había hecho.

Dar la gloria a Dios era el propósito en la iglesia primitiva. Los hombres que Dios usó no buscaban su propia gloria. Cuando veo cómo los hombres se esfuerzan por triunfar, crear un nombre y traer gloria para sí mismos, me produce un gran dolor en mí corazón. Siempre están tratando de ser el centro de atención y así ser captados por las cámaras. Pero Jesús insistió: El camino para arriba es hacía abajo. Porque el que se enaltece será humillado, y al que se humilla será enaltecido (Mateo 23:12).

Así que viva para el reino de Dios. Busque dar gloria a Jesucristo y el Señor lo usará. Es mi oración, mi constante y diaria oración, que Dios me mantenga sirviéndole. Pablo deseó lo mismo. Él escribió a los corintios: Sino que golpeo mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre, no sea que habiendo sido heraldo para otros, yo mismo venga a ser eliminado (1 Corintios 9:27).

El éxito es algo peligroso. Si Dios comienza a traer éxito a su ministerio, está en un peligro mayor que si sólo lucha y trata de mantener un pequeño e insignificante grupo de diez personas en un lejano lugar. ¡Es muy fácil mantenerse de rodillas en esta clase de circunstancias! No existe mucha oportunidad para ser glorificado. Pero cuando el éxito comienza a venir es cuando el verdadero peligro llega al ministerio. Conforme la gente empieza a recurrir a usted, es tan fácil deslizarse y aceptar el crédito o recibir el aplauso. Este es el camino más corto hacía el fin de la unción del Espíritu de Dios. La Biblia nos dice: Porque ni de oriente ni de occidente, ni del desierto viene el enaltecimiento. Más Dios es el juez. A éste humilla, y a aquél enaltece (Salmo 75:6-7). 

El enaltecimiento y la promoción personal parecen ser el nombre del juego hoy. Muchos pastores invierten todo su tiempo y energía tratando de promover una iglesia, o tratando de promoverse a sí mismos. Pero la promoción, la verdadera promoción, viene del Señor. Así que tenga cuidado.

El libro de Hechos nos da el modelo para la iglesia. Es una iglesia dirigida por el Espíritu, que enseña la Palabra y que está desarrollando la unidad. Esto es compañerismo y koinonía. Es una iglesia que persevera en el partimiento del pan, en la unidad y la oración conjunta. El resto es Su trabajo, y Él lo hará. Él añadirá a la iglesia diariamente a aquellos que deben ser salvos.


1ª. Lección
Al comenzar su estudio:

Siempre comience con una oración, pidiéndole al Señor la guianza de Su Espíritu Santo
mientras observa, interpreta, y aplica cada lección a su vida.
Cuidadosamente lea en su totalidad “El Llamado al Ministerio”

1. Explique la característica esencial para ministrar efectivamente
2. ¿Porqué es la sensación del llamado tan importante en el ministerio?
3. “Junto con la sensación del llamado viene la ______________________________”.
4. ¿Cuál es la actitud correcta de nuestro servicio?
5. Describa el principio del ministerio que nos dió Jesús en Juan 13:12-14.
6. ¿Porqué es tan importante recordar que nuestro servicio es para el Señor?
7. ¿Qué perspectiva debemos tener en mente cuando servimos?
8. ¿Cuáles son las tres áreas de compromiso que debemos mantener?

2ª. Lección
Cuidadosamente lea en su totalidad Capítulo 1. “El Modelos de Dios Para la Iglesia”.

1. ¿Cuál es el Modelo para la Iglesia?
2. ¿Cómo debemos juzgar la historia de la Iglesia?
3. ¿Porqué debemos evitar ver la historia como el modelo para la Iglesia de hoy?
4. Describe las características de la Primera Iglesia presentada en el Libro de los
Hechos.
5. ¿Qué papel tuvo el Espíritu Santo en la operación y derección de la Iglesia
Primitiva?
6. Explique las cuatro funciones básicas de la Iglesia primitiva según Hechos 2:42.
7. ¿Qué resultados podemos esperar cuando seguimos éstos principios?
8. ¿Porqué el contar a la gente es una trampa y engaño?
9. ¿Cuál era la prioridad principal en el ministerio de la Iglesia primitiva?
10. Dé una descripción breve de los hombres que Dios usó en la Iglesia Primitiva.
11. ¿Cuál es la solución al peligro del éxito en el ministerio?

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